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lunes, 13 de diciembre de 2010

El eterno amor de Dios


Aún recuerdo el día en que te formé. Con gran esmero, atención y minuciosidad escogí cada aptitud, cada don, cada característica, cada fibra de tu ser, hasta obtener exactamente la combinación que quería. Hasta las más mínimas especificaciones quedaron en perfecta sincronía para lograr Mi voluntad y Mi propósito en tu existencia y en la de todos aquellos a quienes irías a afectar durante tu travesía por la vida.
Recuerdo el momento en que te insuflé aliento de vida. ¡Sentí un amor tan inmenso que no pude contenerlo! Sabía cuánta felicidad ibas a brindar, no sólo a Mí, sino a todos aquellos con quienes te cruzarías en el camino de la vida.
Te amo desde la eternidad y hasta la eternidad, y en ti me complazco.

Disfruta siendo tú mismo: ¡eres una persona magnífica! Disfruta siendo tú mismo: ¡estás rebosante de vida! Disfruta siendo tú mismo: ¡tienes mucho que ofrecer! ¡Disfruta siendo tú mismo y disfruta de la vida que te he dado!
Te ruego que aceptes estas Palabras y confíes en que proceden de Mi corazón y van dirigidas personalmente a ti. Te amo, y ruego por ti; no sólo que tu fe no falte, sino que aumente. Que crezca tu fe en Mí y en ti mismo. Te amo.

Imagínate una balanza. En un lado puse a Mi propio Hijo, al ser que más quiero. ¡La balanza se inclinó entonces por completo hacia el lado en que estaba Él! Seguidamente, te tomé a ti, con todas tus flaquezas, defectos, debilidades e idiosincrasias, con todas esas características tuyas que tanto te molestan y te hacen sentirte tan inferior, tan difícil de amar y tan indigno de Mi amor. Te puse, sí, a ti en el otro platillo, y los dos quedaron perfectamente equilibrados.
Comprendí que era provechoso poner a Mi Hijo en un platillo y a ti -sí, a ti en particular- en el otro. Vi que me convenía hacer un trueque: cambiar la vida de Mi Hijo por ti, a fin de tenerte para siempre. Valió la pena entregar a Mi Hijo por ti, nada más que por ti. Tal es el amor que te profeso.

Mi ojo ha estado sobre ti desde antes que te formara en el vientre de tu madre. He estado contigo en cada etapa de tu crecimiento. Te he observado, te he amado, he velado por ti. Nunca te perdí de vista.
¡Cuánto anhelo derramar Mi amor sobre ti! ¡Cuánto ansío estrecharte contra Mi seno! Si pasas ese tiempo conmigo en oración, escuchando interiormente Mi voz viva y la voz de Mi Palabra, te manifestaré el inmenso amor que albergo por ti. Es un amor más extenso que el mar, rebasa el horizonte, no cabe en la inmensidad del universo poblado de estrellas y galaxias. Escapa a la comprensión humana y alcanza el infinito, la eternidad.

Soy el buen Jardinero. He plantado un hermoso y extraordinario vergel, lleno de flores singulares. En Mi jardín cada flor es única y bella a Mis ojos. Cada una cumple un fin muy concreto y ocupa un lugar particular en el huerto, así como en el afecto del Jardinero.
Eres singular para Mí. Eres una flor única a Mis ojos. Conozco todos tus dones y cualidades, todos tus conflictos e imperfecciones, todo lo que te molesta acerca de ti misma. Las debilidades que te irritan y que no logras vencer, los puntos fuertes y puntos flacos de tu vida espiritual, las idiosincrasias y todas las peculiaridades que conforman tu personalidad. Yo discierno los deseos de tu corazón, tus más íntimos anhelos.
Sé de las veces en que te sientes inferior a otros. Sé de las veces que albergas pensamientos negativos sobre ti misma, en que tus debilidades te incomodan, te avergüenzan y te desalientan. Yo sé todo eso y, sin embargo, ¡te amo!

Aprende a reconocer Mi mano y Mi amor hasta en los menores detalles de tu vida: en la forma en que proveo para cada una de tus necesidades, aun las más pequeñas; en la forma que conservo tu salud y tus fuerzas; en la forma que guardo a salvo a tus hijos. Esas son prendas de Mi amor por ti. El amor que te tienen tus hijos es una manifestación del amor que Yo te tengo, y la manera en que te cuidan y se preocupan por ti los demás es también una muestra del desvelo que Yo tengo por ti. Mis Palabras son una expresión del amor que te profeso.

Te conozco, te veo y velo por ti. Me intereso por cada uno de tus pesares. Me preocupa cómo te sientas. Me interesa lo que pienses. Me preocupan tus dificultades y penalidades. Me preocupo por tus hijos. Me preocupo por tu salud. Me preocupo por tus aprietos económicos. Me preocupo por los bienes materiales que te hacen falta. Me preocupo por las necesidades de tus hijos y las reparaciones que hay que hacer a tu vehículo. Me preocupo de tus batallas espirituales. No hay un solo detalle de tu vida por el que no me preocupe.
Mi amor se manifiesta en ti con cada goce y placer que experimentas en la vida, así como cada vez que proveo para tus necesidades. Cada vez que alguien te brinda amor, aliento y cariño es una manifestación del amor que abrigo por ti.
Cada vez que acudes a Mi Palabra, encontrando en ella fuerzas e inspiración para seguir adelante, es una manifestación del amor que siento por ti. Así también cuando te acuestas por la noche, cansado y agotado de las numerosas labores, y hallas grato reposo que renueva tu cuerpo y tu espíritu, esa es igualmente una manifestación de Mi amor por ti. Cuando es la hora de descansar y hallas solaz, placer y risas, es una manifestación del amor que te tengo.
En cada cosa que aprendes, en cada nueva experiencia que vives, en todo lo que te proporciona satisfacción, dicha o estímulo a tu corazón, reposo a tu espíritu y alivio o comodidad a tu cuerpo, en todo ello se manifiesta el amor que albergo por ti.
Cuanto más me reconozcas en esos aspectos cotidianos de tu vida, cuanto más aprendas a apreciar esas cositas que te doy y las formas sencillas en que me revelo a ti, más llegarás a conocer, valorar y sentir Mi amor.

No temas, Mi tesoro, porque te quiero con un amor inagotable. Nada de lo que digas o hagas alterará el amor que siento por ti ni me incitará a quitártelo o negártelo. Cuando caes, cuando cometes errores, cuando obras mal, cuando tu comportamiento te decepciona y defraudas a los demás, cuando me sigues de lejos, cuando deshonras Mi Palabra a causa de tu incredulidad, cuando no me veneras o no me amas como debieras, cuando piensas negativamente y te desmoralizas o das lugar a envidias o críticas, ninguna de esas cosas merman el amor que albergo por ti.
Tus fracasos, defectos y debilidades no hacen menguar el amor que te profeso. Me inducen a llorar por ti; mas sigo amándote de la misma manera.
No hay persona demasiado mala para Mí. Nada de lo que hagas, digas o pienses podría ser tan malo como para hacer menguar el amor que siento por ti. No pongo condiciones para que puedas participar de Mi amor. No digo que debas ser de tal o cual manera para poder acceder a ese amor. Te lo doy incondicionalmente. Te prometo que pase lo que pase tendrás Mi amor en gran abundancia.

Mi amor es como un río que corre con abundante caudal. Nunca se seca. Puedes recibirlo en la medida de tu capacidad, según tu necesidad.
No temas que se vaya a agotar, pues Mi amor es inagotable. No temas que vayas a perderlo, pues Mi amor no se pierde. No temas que seas indigno de él, pues Mi amor no se gana con méritos; se recibe. Mira que Yo te amo tal como eres. Sí, conozco tus defectos. Sí, conozco tus debilidades. Veo tus tropiezos y caídas, pero nada de eso altera el amor que te tengo.
¿Disminuye acaso el amor del padre por el hijo cuando éste cae? Por el contrario, aumenta; pues toma al hijo en sus brazos. Le demuestra más amor que nunca y lo cuida con más ternura. Así también es Mi amor por ti, por cuanto eres la niña de Mis ojos.

La medida en que veas o sientas Mi amor depende de tu fe. Yo derramo constante e interminablemente. La corriente de Mi amor en tu vida siempre es libre y abundante. Cualesquiera que sean las circunstancias, jamás corto esa corriente. La medida en que veas y percibas este amor depende de tu fe, de cuánto quieras verlo manifestado, de la voluntad que tengas para creerlo, para verlo y para reconocer las innumerables maneras en que lo expreso cada día. Puede que lo veas, lo sientas y lo reconozcas, y puede que no. Eso, sin embargo, no altera el hecho de que es constante, copioso e incondicional.
No puedes hacerte acreedor de él, ni obtenerlo gracias a tus obras, ni hacerte digno de él por tus propios méritos. Te lo brindo a modo de obsequio. Te quiero porque te quiero; es así de sencillo. Te amo, y jamás dejaré de hacerlo. Nunca te amaré menos. Siempre te amaré con amor perfecto, interminable, abundante.
Anhelo que tengas parte en este amor Mío, en toda su abundancia, su belleza, su poder y su gloria. Te quiero con un amor eterno.

Nada deshará el vínculo de amor que nos une. Nada se puede interponer entre nosotros. Nada me puede separar de ti, pues la fuerza de Mi amor no tiene igual. No hay torrente que lo pueda ahogar, no hay duda que lo pueda borrar, no hay mentira que lo pueda empañar. Es más poderoso que todas esas cosas.
Cuando busques y descubras Mi amor, cuando te empapes de él y experimentes plenamente el éxtasis y el gozo que te quiero dar, entenderás lo que motivó a los mártires a morir por tal amor. Para ellos ese amor era mayor que toda prueba, persecución o dificultad. Tal era su intensidad que aun en momentos en que no lo percibían sabían que lo poseían. Podía más que cualquier circunstancia, más que cualquier prueba: esas vicisitudes pasarían, mas Mi amor no pasaría.
Si me buscas de todo corazón, me hallarás y te acercaré a Mí. Al sondear Mi Palabra me hallarás.

Si no palpas, si no ves el amor que te manifiesto, no es por culpa Mía ni porque Yo lo haya querido así. No es que te haya privado de él. De ti depende el modo en que Mi amor se haga sentir en tu vida. ¿Tienes fe? ¿Crees realmente? ¿Deseas de veras Mi amor? ¿Te ofreces a hacer cuanto sea preciso para gozar de ese amor Mío? Yo he dicho: «Acércate a Mí, y Yo me acercaré a ti».
Estoy aquí aguardándote, ansioso de verter a mares Mi amor sobre ti. Pero antes debo percatarme de tu deseo de Mí, de tu fe en Mí. Debo comprobar que te acercas a Mí, que me haces lugar en tu corazón y que reconoces de buen grado que Mi amor se manifiesta en tu vida.

Eres parte de Mí; no podría marginarte de Mi amor. Jamás te podría despreciar. Ni por un instante puedes evadirte de Mi presencia. No te abandono ni por una fracción de segundo. No hay momento en que no tenga plena conciencia de ti. No hay un instante en que no vele por ti. Jamás entra en Mí un solo pensamiento acerca de ti que denote desprecio. Serás criatura Mía para siempre. Te amo y por ti daría la vida incontables veces.

Mi amor no tiene límites. Yo soy amor, y nada me puede contener. Se vierte a diestra y a siniestra. Vienes a Mí con una taza esperando que te la llene, cuando Yo abriría canales enteros por los que correría sin cesar el amor que quiero comunicarte. Si pones los ojos en Mí, me buscas primero, me pones en primer lugar y te acercas a Mí de todo corazón, rebosarás de Mi amor. Tu taza no se vaciará; antes se desbordará de continuo. No sólo tendrás tu mísera reserva personal, sino la abundante e inconmensurable provisión de Mi amor para compartir con los demás. Entonces, cuanto más des, más se te dará. Porque Mi amor y Yo no tenemos límite.

Érase una vez un hombre que poseía grandes riquezas. Mientras iba de camino, observó una perla fulgurante y de gran precio. Entonces se dijo: «¡Esa perla ha de ser mía!» Al objeto de comprarla, vendió cuanto tenía, todas sus posesiones. Así podría hacerse dueño de tan valiosa alhaja.
Lo mismo eres tú para Mí. Eres aquella perla de gran precio que descubrí y por la que resolví dejarlo todo, hasta Mi trono celestial, con tal de bajar a la Tierra y obtenerte. Sacrifiqué cuanto tenía para adquirirte.

Mi amor nunca te defraudará. Hemos pasado tantas experiencias juntos que no voy a abandonarte ahora. Nada podrá sofocar jamás el amor que te tengo, el cual aumenta de día en día.
Te he amado desde el principio. Te amo en este momento y siempre te amaré. Mi amor es imperecedero; pervive por la eternidad. Mi amor por ti jamás se avejenta; se mantiene siempre fresco y joven. Nunca aburre; ¡está vivo, es vibrante, dinámico y apasionado! No se duerme, ni tiene otra razón de ser que despertar tu corazón. Existe ahora y siempre, y nunca dejará de ser. Puedes contar con él. Te dará las fuerzas que necesitas para seguir. Te sustentará cuando te abrume el cansancio y te infundirá ánimo cuando te sientas incapaz de continuar.
Mi amor te anhela y llora por ti. Ansío ayudarte, consolarte. Mi amor tiene fe en ti. Mi amor cuenta contigo. No dudes por un momento del amor que te tengo. Te amo ahora y te amaré por la eternidad.

Preciado hijo Mío, te amo con Mi más profundo sentimiento. La gratitud que siento por tu perseverancia en medio de numerosas dificultades se extiende de un confín a otro de los cielos. Pese a que tu corazón se ha partido innumerables veces, todas ellas lo he vuelto a componer.
Todos poseen sus debilidades y puntos flacos, mas no por ello amo menos a uno que a otro. Mi amor no impone condiciones. Es decir, que sea cual fuere tu estado, estés espiritualmente bien o mal, no te amo en mayor o menor grado por ser como eres. Mi amor no se basa en un cuadro estadístico espléndido ni en una trayectoria impecable. Tus faltas y errores no merman Mi amor, toda vez que éste es perfecto.
No hay razón, pues, para que temas que tu manifiesta falta de fortaleza en comparación con la que poseen otros, o el hecho de no ser como te gustaría, o de no alcanzar tantos triunfos como quisieras, disminuya el amor que te profeso.
Cuando contemplo a Mis hijos, criaturas concebidas por Mi mano, me contento con observarlos, sin censura. No me fijo en su pasado, su presente o su futuro. Cuando te contemplo, sólo me fijo en ti. Te amo porque te creé. No veo nada más. Ven, pues, a Mí; recurre a Mi amor. En Mis brazos siempre hallarás amor de sobra, amor a raudales.

Cuando te observo no me fijo en tus defectos. No me fijo en las faltas y fracasos, porque te amo. Así como la persona que está enamorada pasa por alto lo que otros tienen por faltas en su ser querido, así hago Yo contigo cegado por el amor que te tengo.
Soy como un ciego que no se fija en las faltas y defectos; que ve más bien con las manos, y toca y palpa la suavidad; que huele la pureza y el perfume, y oye las palabras de amor. Todo ello le indica que su esposa es hermosa y adorable, a pesar de que no la ha visto jamás. Aunque ella no revista mayor atractivo, él no la ve de esa manera. Él advierte el amor, la acaricia y palpa la suavidad y la belleza. Así ocurre conmigo al contemplarte. Como el que pasa por alto las faltas de quien es objeto de su afecto y lo ama a pesar de ellas, así soy Yo. Como el que pasa por alto defectos y ama a pesar de ellos, así soy Yo.
El amor incondicional ve el diamante en bruto. Está dispuesto a excavar en busca de piedras preciosas y a extraerlas de la tierra. Con ternura les lima los bordes ásperos, las pule y las abrillanta para que su hermosura sea manifiesta ante todos. Excavar en busca de piedras preciosas toma tiempo. Requiere paciencia. Para extraer esa gema rutilante de las profundidades de la tierra hace falta mucha fe y amor incondicional.
Mi amor es incondicional. Amo a los mal parecidos. Amo a quienes resultan difíciles de amar. Amo a los apesadumbrados y solitarios. Amo a quienes bregan por seguir adelante, a quienes están perdidos y sumidos en la confusión. Mi amor incondicional se vierte una y otra y otra vez sin esperar nada a cambio.
Mi amor es sin parcialidad. Yo no digo: «Este no me corresponde, no reacciona, total que lo doy por perdido». Mi amor es incondicional. Yo sigo creyendo. Nunca pierdo las esperanzas. Mi amor es longánimo e infalible.
Mi amor incondicional no conoce límites ni frena ante nada. Llega a cualquier extremo, sufre cualquier agonía, atraviesa cualquier tempestad para amar y conducir a la victoria a un alma perdida, solitaria y maltrecha.

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