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lunes, 13 de diciembre de 2010

La transcendencia de nuestras decisiones


Criatura mía, te profeso un amor eterno. No te aflijo voluntariamente con dolores, conflictos y castigos. Soy un Dios de amor, un Dios misericordioso. Grande es Mi misericordia para contigo. Se extiende hasta los cielos.
Soy un Dios de amor, un amante del amor y de la salvación. No aflijo a propósito con fuego eterno y condenación, con problemas y tristezas. Todo lo que tiene que ver contigo lo hago bien, con gran misericordia y gran verdad. Te guardo con Mi amplísima misericordia.
Cree, pues, que muchas cosas que interpretas como castigos o golpes de Mi mano no son sino consecuencia de lo que tú misma has decidido. Son repercusión de lo que tú has elegido. Estoy sujeto a Mi Palabra. No soy hombre para que mienta. Te he concedido libre albedrío y estoy sujeto a las decisiones que tú tomas.
Las circunstancias que entiendes como castigos no son sino el cumplimiento de tus oraciones y deseos. Además, cuando hace falta, incluso la instrucción que te doy va impartida con amor. Te recuerdo que no soy un infiel. Velo por los Míos, y siempre con amor. Te acerco a Mi seno con gran cariño y misericordia.

Presta oídos y aprende una gran verdad: habiendo concedido a los hombres libre albedrío, Mis manos están atadas, sujetas a tu voluntad. Tu propia mano es la que causa muchas circunstancias e incidentes. No confundas lo que proviene de Mi mano con lo que proviene de la tuya.
La sagrada facultad de elegir concedida a todo hombre trae consigo mucha responsabilidad. A ti, a quien se ha confiado mucho, también se te pide mucho. Con ello aprendes a responder de tus actos. No te engañes: lo que el hombre siembra, eso también segará. Por tanto, no debes culparme de tus propias acciones.
Muchas circunstancias que calificas de castigos no son sino consecuencia de tus propios actos. Mediante la prerrogativa del libre albedrío, el hombre elige y decide por voluntad propia su suerte.

No importa quién seas, dónde te encuentres ni lo que hagas; tú mismo determinas tu estado de ánimo. Tienes dominio sobre tus pensamientos. De la misma manera que gozas de libertad para decirme que sí o que no, puedes optar por tener una mente fuerte, sana y llena de fe, o una mente débil, embotada y ensombrecida por estar en sintonía con vibraciones negativas.
Los más fuertes en espíritu, pensamiento y fe serán los que den cabida a Mi Palabra en su mente y corazón, los que la vivan, la respiren y la beban. Los que absorban Mi Palabra y la crean de manera que sea para ellos vida y vigor, continuarán avanzando con gran fe y fortaleza de mente, espíritu y corazón. Nada podrá menguar la fuerza que tendrán quienes se aferran a Mi Palabra y le reservan siempre un lugar preeminente en sus pensamientos.

La más pura forma de sencillez es ésta: confiar en el Señor con todo tu corazón y no apoyarte en tu propia prudencia. Si quieres sencillez, si quieres paz sin trazas de confusión, confía explícitamente en Mí. No mires a diestra ni a siniestra, no tomes en consideración otras opciones; limítate a confiar. En esto radica la completa paz.
Cuando confías en Mí de todo corazón, cuando me confías tu vida, todo aspecto de ella, puedes tener la seguridad de que estás cumpliendo Mi voluntad. Si quieres, pues, completa paz, confía en Mí.
No te llenes de tus propios pensamientos. En cada decisión que encares, acude a Mí. Busca la solución en Mi Palabra y procura hacer lo que ésta diga. A medida que conformes tus actos y decisiones a Mi Palabra, te iré transformando. Verás entonces que Mi amor y Mi poder emanarán de ti como jamás lo imaginaste posible. Esa es Mi bendición y Mi recompensa.

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