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domingo, 5 de diciembre de 2010

Para edificar tu matrimonio


El matrimonio se debe edificar sobre una base espiritual. La forma de fortalecer vuestro matrimonio es pasar tiempo conmigo juntos. Inviertan espiritualmente en su matrimonio: dediquen tiempo juntos a leer Mi Palabra; oren juntos por las situaciones que estén viviendo, por los niños y por las necesidades de los demás. Es importante que pasen tiempo conversando sinceramente.
Pasen un rato los dos solos. Háganse tiempo para conversar con el corazón en la mano, hablar de las cosas que les molestan o que les pesan en el alma: las cargas, desánimos, contrariedades y desilusiones. Es preciso que tengan ocasión de desahogarse, de manifestarse comprensión y compasión, para intentar resolver los conflictos y encomendarme esas cosas en oración.
No dejen de pasar tiempo conmigo, pues quienes acuden a Mí y me manifiestan así su amor salen fortalecidos. No pueden dar por sentado que tendrán un matrimonio fuerte, unido y feliz si nunca pasan tiempo juntos ni practican las cosas del espíritu: leer la Palabra, orar, amarme, elevarme cantos y alabanzas.
A veces lo que a primera vista parece un conflicto conyugal es en realidad un medio del que me valgo para fortalecer el matrimonio llevando a los cónyuges a una crisis. Si encaráis la crisis debidamente, orando fervientemente, platicando, acudiendo a Mí, comunicándoos con franqueza, a la larga vuestra unión se fortalecerá. Gracias a lo que habréis aprendido juntos y a las dificultades que habréis experimentado juntos, seréis más maduros, adquiriréis mayor profundidad espiritual y os comprenderéis mejor.

El matrimonio es sagrado a Mis ojos. Cuando veas que tu esposa padece necesidad y dolor, debes conmoverte, compadecerte, orar por ella, consolarla, expresarle amor y comprensión y tratarla con benevolencia. No te exasperes, no te hartes ni te desanimes si por un tiempo se la ve más débil. No te lo tomes como un gran inconveniente y un obstáculo. Más bien mírala con compasión y ternura. Tómala en tus brazos y consuélala, ámala, llora por ella. Y sobre todo, reza por ella.
Si no eres capaz de manifestar amor, ternura y compasión a esta mujer, que es tu esposa, ¿cómo vas a manifestárselos a los demás?
Pasa ratos conmigo en compañía de tu cónyuge y tus hijos. Dediquen tiempo a leer Mi Palabra, orar y acudir juntos a Mí. Dediquen tiempo a comunicarse abiertamente y expresarse sus deseos. ¿Desean ser una familia más unida? Exprésenlo. ¿Sienten necesidad de Mi bendición, tanto espiritual como económica? Exprésenlo. Acudan a Mí todos juntos y Yo derramaré Mi bálsamo sanador sobre ti y sobre toda tu familia. Haré descender abundantemente Mis bendiciones y Mi provisión.

Para que vuestro matrimonio sea fuerte debe serlo en espíritu. Y para ello debe estar centrado en Mí. Vuestra atención, vuestra unidad y vuestro amor deben girar todos en torno a Mí. Ello os hará capaces de superar los errores, malentendidos y flaquezas humanas. Mas cuando dejáis pasar mucho tiempo sin comunicaros, sin orar juntos, sin mostraros humildes y uniros en torno a Mi Palabra, es fácil que os tornéis inflexibles en vuestras posturas, orgullosos, insumisos e intolerantes. Perdéis la compasión. Perdéis la ternura. Perdéis la dulzura.

Entrañable hija mía, gracias por ser tan buena esposa para tu marido. Estoy orgulloso de ti. Te elogio por ser fiel a tu hombre durante tantos años y cuidarlo con tanto desvelo. Me complace mucho ver que el amor entre dos personas perdure en el tiempo. Me encanta ver que dos seres sean fieles a los compromisos que asumieron el uno para con el otro y que no dejan de amarse pase lo que pase. Naturalmente que hay altibajos y pruebas, mas vosotros dais buen ejemplo, ya que os amáis el uno al otro. Por eso, os elogio.
Es particularmente bello cuando una pareja me incluye en su unión. Gracias por dejarme formar parte de la vuestra.

A ustedes, los que están casados, digo: si me aman juntos, si cantan para Mí y me alaban, si me ponen en primer lugar, si buscan juntos Mi rostro y procuran escuchar Mi voz, si se animan el uno al otro a alabarme y si oran el uno por el otro, se renovarán su matrimonio, sus fuerzas y su espíritu de amor. A medida que me adoren juntos y acudan a Mí para que los renueve, se reavivarán los fuegos de su pasión.
Mas para ello deben desechar lo de antes -los pesos y códigos de conducta antiguos- y renovar su relación conmigo. Al renovar los dos su relación conmigo, también Yo renovaré la de ustedes.
Deben adoptar una actitud humilde y abandonar esa familiaridad excesiva. Los dos deberán comprometerse a enmendar sus caminos, a buscarme juntos y unirse verdaderamente conmigo. Yo bendeciré ese paso. Los renovaré y los fortaleceré. Les devolveré el amor que en otros tiempos tuvieron, aquel amor lozano y vivaz, ya que fijarán su vista y atención en Mí; pues, he aquí, Yo soy Amor.
En la medida en que ustedes me entreguen amor, Yo también les entregaré amor a ustedes. Mi amor entonces los renovará y reavivará su amor mutuo. Verán nuevas cualidades el uno en el otro, virtudes que ignoraban. Conforme vayan profundizando en el amor que me profesan juntos, Yo también iré profundizando el amor que ustedes se profesan.

Os he juntado, mas la familiaridad excesiva y el acontecer cotidiano os han llevado a abandonar la íntima comunión que teníais entre vosotros y conmigo. Renovad juntos vuestra comunión conmigo, dejad las costumbres de antes y las ideas preconcebidas.
Haced a un lado todo lo que pensáis el uno del otro, y concentraos más bien en Mí juntos. Amadme juntos. Alabadme juntos. Cantadme juntos. Reverenciadme juntos. Adoradme juntos. Buscad Mi rostro juntos. Clamad a Mí juntos. Entonces os llenaré, y los tres seremos uno. Seremos «cordón de tres dobleces».
A los que estáis pensando en formar una unión, os digo que pongáis la mira en las cosas de arriba, aun antes de casaros. Venid a Mí juntos. Que Yo sea el cimiento de vuestro matrimonio.
En vuestros días de noviazgo y cortejo, galantead con Mi Espíritu. Humillaos el uno delante del otro. Acudid juntos a Mí en amor. Recordad que para comenzar soy Yo el que pongo ese amor en vuestro corazón, el cual os lleva a labrar vuestra unión.
No obstante, para que ese amor perdure debéis concentrar la atención en Mí. Tened en cuenta que Yo soy quien os abastezco del aceite que mantiene ardiendo vuestra llama. Debéis por eso serviros juntos de Mi provisión y suministro, no sea que se extinga la llama. Si desde un comienzo no me amáis ni me alabáis juntos, ni concentráis vuestros afectos y atención en Mí, el amor se enfriará y edificaréis sobre una base insegura.
Considerad vuestra relación como una amplificación del enlace que quiero que establezcáis conmigo.

Éranse una vez dos ríos hermosos, mansos y claros, que corrían paralelos. Mas Yo hice que aquellos ríos se juntaran, confluyeran y se volvieran uno.
Corrieron juntos y crecieron hasta llegar al borde de un abismo. Entonces aquellas aguas que una vez discurrían tranquilas y apacibles cayeron estrepitosamente por el borde. Se despeñaron con violencia por el precipicio, azotando las rocas y peñascos. Mas gracias a esa caída y a esos golpes el agua se purificó y se oxigenó. En aquel paraje formaron los dos una bellísima cascada que llegaría a ser objeto de contemplación de muchos.
La docilidad de este río, que no se resistió a ser golpeado y arrojado contra las rocas, lo transformó en algo espléndido. Tal fue el origen de su belleza y lo que lo hizo atractivo a la gente y suscitó su admiración.
Después de todo ese sufrimiento, golpes y depuración, la hermosa cascada fue a parar a un profundo estanque de agua magníficamente clara y fresca. Esos dos ríos que se unieron, que fueron purificados y destrozados, terminaron formando un hermoso estanque.
Mucha gente ahora se acerca, se sienta a la orilla, mete las manos en el agua fresca y se reanima, se fortalece y obtiene alivio para sus conflictos. Encuentra fortaleza, ánimo y consuelo en ese estanque que estoy formando, este estanque de aguas transparentes, profundo y precioso a Mis ojos.
Mi objetivo es hacer de esos ríos y de aquella estruendosa cascada un hermoso estanque de agua pura al que podrán acercarse muchos a beber y donde podrán hallar socorro, consuelo y ánimo. Por tanto, no se cansen. ¡Aguanten!
Aunque los ríos son hermosos, la cascada magnífica, y al verla muchos se maravillan, lo más espléndido de todo será el estanque. En ese momento habrán tocado ustedes su fin. Entonces se cumplirán Mi plan y Mi propósito.

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