La visión de conjunto
Yo veo el plan a largo plazo. Tengo una visión de conjunto y pongo la mirada en la eternidad. El hombre natural, en cambio, solo se fija en el momento, sobre todo cuando se ve atormentado por dolores y dificultades. Yo quiero que te proyectes más allá del presente, de la esfera del hombre natural, y penetres en la dimensión del espíritu, que es donde obro Yo.
El hombre natural equipara enfermedad con contratiempo; pero para ti y para Mí es una oportunidad de disfrutar de una relación más estrecha de la que tendríamos en otras circunstancias. Para el hombre natural la enfermedad tiene que ser un castigo de un Dios airado al que no ha logrado complacer; para nosotros, en cambio, constituye una oportunidad más de que Yo te demuestre y tú percibas el amor inquebrantable que siento por ti. Para el hombre natural es una pesada carga; para nosotros será ligera, pues la soportaremos juntos. Para él, un problema de éstos es poco menos que el fin del mundo, de su mundo; para nosotros es la vía de acceso a un mundo mejor, el mundo espiritual, donde tu espíritu tiene ocasión de crecer y progresar.
Por medio de las enfermedades y otras dificultades preparo tu espíritu para el futuro; no solo tu futuro en esta vida, sino tu futuro eterno. En el esquema general, tu sufrimiento actual no es comparable con los beneficios eternos que obtendrás. Cuando llegues aquí y se te revele el espectro completo de la vida y la realidad, te alegrarás de todas las experiencias que tuviste.
«¿Por qué a mí?»
Mucha gente cuestiona por qué dejo que unos sufran enfermedades más graves que otros, o con más frecuencia. ¿Será porque considero que algunos se lo merecen más que otros? En tal caso, ¿por qué hay personas buenas que padecen más dolencias de las que debieran tocarles? ¿No es un poco injusto? Y cuando es la propia persona la que se siente martirizada, la pregunta pasa a ser: «¿Por qué a mí?» Todos esos son interrogantes válidos. Ha aquí una respuesta resumida:
Yo obro con criterios distintos en la vida de cada uno porque cada persona es distinta. La fe de cada uno es diferente, así como su relación conmigo y lo que tiene que aprender en un momento dado. También tengo un designio especial para ti. Es un buen designio y es para tu bien, aunque no siempre te lo parezca. No te lo impongo -no me empeño en controlarte ni en demostrar quién es el que manda-, sino que trato de conducirte en cierta dirección. Lo hago por amor, para ayudarte. Aun así, adquirir prudencia, amor, compasión, comprensión, humildad, altruismo y otras cualidades es a veces un proceso difícil y doloroso, sobre todo cuando hago que una enfermedad actúe de catalizador.
No obstante, en algunos casos una enfermedad no forma parte de Mi designio ni es culpa tuya. Es obra más bien del enemigo de tu alma, el Diablo, que pretende hundirte. Está dispuesto a cualquier cosa para interponerse entre tú y Yo, hacerte difícil llevar una vida sana y en general echar por tierra tu felicidad. Uno de los medios predilectos de que se vale son precisamente las enfermedades.
Sea cual sea la causa, cuando permito que te enfermes o sufras una lesión, puedo hacer que redunde en beneficio tuyo de algún modo. Confía en esa promesa y descubrirás que lo bueno siempre supera con creces lo malo.
«¿Será un castigo de Dios?»
A veces la gente se acarrea enfermedades o lesiones por su propia necedad o descuido, o por transgredir leyes naturales o principios espirituales. En ese caso los males resultantes son una suerte de castigo. Aun así, se trata de un castigo con un propósito: que la persona escarmiente sufriendo las consecuencias de sus malas decisiones.
Por otra parte, con frecuencia las enfermedades no son un castigo, sino Mi modo de obrar un bien mayor en tu vida.
El Diablo -también llamado «el acusador» en la Biblia-, siempre está presto a señalarte los motivos por los que no mereces disfrutar de buena salud, ni de Mi toque sanador, ni de ninguna otra bendición Mía. Trata de convencerte de que es justo que sufras por tus errores y falencias. Así opera la justicia del Diablo, pero no la Mía.
Aunque la enfermedad sea culpa tuya, aunque haya algo que Yo quiera enseñarte por medio de esa experiencia, en el que momento en que acudas a Mí, me pidas perdón y te propongas llevar una vida más sana y tomar decisiones más prudentes, siempre te daré esperanzas y paz y te garantizaré Mi bendición. Esa es la promesa que te hago. Aférrate a ella, y no te dejes descorazonar por el Diablo. Pregúntame lo que no sabes, cuéntame lo que te inquieta, recuéstate en Mis brazos, y te quitaré suavemente todo vestigio de autocondenación. Haré que todo resulte bien. Lo único que tienes que hacer es volverte a Mí.
Regulación espiritual
Muchas veces los trastornos de salud que padeces me sirven para hacerte una regulación espiritual. Considera los siguientes beneficios:
* Te obligan a aminorar la marcha. No te dejan seguir como de costumbre, es decir, sin apenas tiempo para prestarme atención en muchos casos.
* Una vez que has bajado la velocidad y cuento con tu atención, estás en condiciones de hacer un examen de conciencia para determinar cómo va tu vida. Reflexionas sobre tus valores y lo que juzgas prioritario.
* Ganas en humildad, pues recuerdas lo débil que eres. También requiere humildad de tu parte pedir ayuda y oración a los demás.
* Te vuelves más sensible a Mi Espíritu y te abres más a lo que quiero enseñarte a través de la experiencia.
* Aprecias más la buena salud de la que gozas normalmente y sientes mayor compasión de las personas débiles.
* Resuelves superar los malos hábitos que pueden haber contribuido a que te enfermaras.
* Cuando estás débil afloran las mejores cualidades de los que te aman y te cuidan. Así se estrechan los vínculos de cariño con tu familia y amigos.
* Todos rezan más, lo cual siempre es beneficioso.
Como ves, son muchísimas las ventajas, y esas ni siquiera son todas.
Yo veo el plan a largo plazo. Tengo una visión de conjunto y pongo la mirada en la eternidad. El hombre natural, en cambio, solo se fija en el momento, sobre todo cuando se ve atormentado por dolores y dificultades. Yo quiero que te proyectes más allá del presente, de la esfera del hombre natural, y penetres en la dimensión del espíritu, que es donde obro Yo.
El hombre natural equipara enfermedad con contratiempo; pero para ti y para Mí es una oportunidad de disfrutar de una relación más estrecha de la que tendríamos en otras circunstancias. Para el hombre natural la enfermedad tiene que ser un castigo de un Dios airado al que no ha logrado complacer; para nosotros, en cambio, constituye una oportunidad más de que Yo te demuestre y tú percibas el amor inquebrantable que siento por ti. Para el hombre natural es una pesada carga; para nosotros será ligera, pues la soportaremos juntos. Para él, un problema de éstos es poco menos que el fin del mundo, de su mundo; para nosotros es la vía de acceso a un mundo mejor, el mundo espiritual, donde tu espíritu tiene ocasión de crecer y progresar.
Por medio de las enfermedades y otras dificultades preparo tu espíritu para el futuro; no solo tu futuro en esta vida, sino tu futuro eterno. En el esquema general, tu sufrimiento actual no es comparable con los beneficios eternos que obtendrás. Cuando llegues aquí y se te revele el espectro completo de la vida y la realidad, te alegrarás de todas las experiencias que tuviste.
«¿Por qué a mí?»
Mucha gente cuestiona por qué dejo que unos sufran enfermedades más graves que otros, o con más frecuencia. ¿Será porque considero que algunos se lo merecen más que otros? En tal caso, ¿por qué hay personas buenas que padecen más dolencias de las que debieran tocarles? ¿No es un poco injusto? Y cuando es la propia persona la que se siente martirizada, la pregunta pasa a ser: «¿Por qué a mí?» Todos esos son interrogantes válidos. Ha aquí una respuesta resumida:
Yo obro con criterios distintos en la vida de cada uno porque cada persona es distinta. La fe de cada uno es diferente, así como su relación conmigo y lo que tiene que aprender en un momento dado. También tengo un designio especial para ti. Es un buen designio y es para tu bien, aunque no siempre te lo parezca. No te lo impongo -no me empeño en controlarte ni en demostrar quién es el que manda-, sino que trato de conducirte en cierta dirección. Lo hago por amor, para ayudarte. Aun así, adquirir prudencia, amor, compasión, comprensión, humildad, altruismo y otras cualidades es a veces un proceso difícil y doloroso, sobre todo cuando hago que una enfermedad actúe de catalizador.
No obstante, en algunos casos una enfermedad no forma parte de Mi designio ni es culpa tuya. Es obra más bien del enemigo de tu alma, el Diablo, que pretende hundirte. Está dispuesto a cualquier cosa para interponerse entre tú y Yo, hacerte difícil llevar una vida sana y en general echar por tierra tu felicidad. Uno de los medios predilectos de que se vale son precisamente las enfermedades.
Sea cual sea la causa, cuando permito que te enfermes o sufras una lesión, puedo hacer que redunde en beneficio tuyo de algún modo. Confía en esa promesa y descubrirás que lo bueno siempre supera con creces lo malo.
«¿Será un castigo de Dios?»
A veces la gente se acarrea enfermedades o lesiones por su propia necedad o descuido, o por transgredir leyes naturales o principios espirituales. En ese caso los males resultantes son una suerte de castigo. Aun así, se trata de un castigo con un propósito: que la persona escarmiente sufriendo las consecuencias de sus malas decisiones.
Por otra parte, con frecuencia las enfermedades no son un castigo, sino Mi modo de obrar un bien mayor en tu vida.
El Diablo -también llamado «el acusador» en la Biblia-, siempre está presto a señalarte los motivos por los que no mereces disfrutar de buena salud, ni de Mi toque sanador, ni de ninguna otra bendición Mía. Trata de convencerte de que es justo que sufras por tus errores y falencias. Así opera la justicia del Diablo, pero no la Mía.
Aunque la enfermedad sea culpa tuya, aunque haya algo que Yo quiera enseñarte por medio de esa experiencia, en el que momento en que acudas a Mí, me pidas perdón y te propongas llevar una vida más sana y tomar decisiones más prudentes, siempre te daré esperanzas y paz y te garantizaré Mi bendición. Esa es la promesa que te hago. Aférrate a ella, y no te dejes descorazonar por el Diablo. Pregúntame lo que no sabes, cuéntame lo que te inquieta, recuéstate en Mis brazos, y te quitaré suavemente todo vestigio de autocondenación. Haré que todo resulte bien. Lo único que tienes que hacer es volverte a Mí.
Regulación espiritual
Muchas veces los trastornos de salud que padeces me sirven para hacerte una regulación espiritual. Considera los siguientes beneficios:
* Te obligan a aminorar la marcha. No te dejan seguir como de costumbre, es decir, sin apenas tiempo para prestarme atención en muchos casos.
* Una vez que has bajado la velocidad y cuento con tu atención, estás en condiciones de hacer un examen de conciencia para determinar cómo va tu vida. Reflexionas sobre tus valores y lo que juzgas prioritario.
* Ganas en humildad, pues recuerdas lo débil que eres. También requiere humildad de tu parte pedir ayuda y oración a los demás.
* Te vuelves más sensible a Mi Espíritu y te abres más a lo que quiero enseñarte a través de la experiencia.
* Aprecias más la buena salud de la que gozas normalmente y sientes mayor compasión de las personas débiles.
* Resuelves superar los malos hábitos que pueden haber contribuido a que te enfermaras.
* Cuando estás débil afloran las mejores cualidades de los que te aman y te cuidan. Así se estrechan los vínculos de cariño con tu familia y amigos.
* Todos rezan más, lo cual siempre es beneficioso.
Como ves, son muchísimas las ventajas, y esas ni siquiera son todas.
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