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viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 4 - Ese algo intangible llamado fe


La fuente de la fe
Si te dejas llevar por tus sentimientos cuando estás mal de salud, te hundes. Si te descuidas, pronto tu espíritu termina igual de mal que tu cuerpo. Y atenerte a la realidad -la situación tal como se ve en el plano físico- puede tener también un efecto devastador en ti. Lo único capaz de mantener tu espíritu a flote es la fe, y la única fuente de fe en Mí es Mi Palabra.
La fe viene de estudiar Mi Palabra. No basta con leerla de pasada, sino que debes reflexionar sobre lo que significa y cómo se aplica a tu caso. Así nace la fe. Y para que llegue a ser una fe firme y madura, es preciso ejercitarla, someterla a exigencias y fortalecerla. Eso es algo que puedes y debes hacer aplicando lo que dice Mi Palabra.
La fe es mucho más que el simple acto de creer. Se puede creer en algo teóricamente, pero de nada sirve si no se es consecuente con ello. Sabrás sin asomo de duda que Mis promesas son veraces cuando las pongas a prueba y veas que las cumplo. El llevar la Palabra a la práctica contribuirá a darle a tu vida un cimiento sólido, que te hará mucha falta cuando sea puesta a prueba tu fe1.
La fe no aparece como por arte de magia. Es preciso esforzarse para adquirirla. Lee la Palabra, memorízala, escúchala, habla de ella y, sobre todo, vívela.
1. Santiago 1:22-25
¿Simples deseos o fe?
Muchas personas rezan para curarse de una cosa u otra y luego se decepcionan cuando no respondo. ¿Por qué no respondo? En muchos casos se debe a que en realidad no contaban con que lo hiciera. Sus oraciones no eran más que deseos imprecisos, pensamientos anhelantes. Pero un deseo no es lo mismo que una oración. El deseo carece de ese elemento esencial que es la fe y que se manifiesta por medio de una actitud expectante.
Tener fe para curarse no solo significa creer que puedo hacerlo y que ese es Mi designio, sino contar con que lo haré. Dado que esperas resultados, oras de forma muy firme y concreta, recordándome promesas de Mi Palabra que afirman que puedo y deseo sanarte y que en efecto lo haré. Por último, puedes darlo por hecho y agradecerme el milagro aun antes de verlo.
El principal inhibidor de Mi poder es tu grado de fe, el cual es posible medir por tu expectación, por la certeza que tengas de que responderé a tus oraciones. Me complace mucho que me presentes tus peticiones confiadamente. No solo demuestra que eres consciente de que te hace falta Mi ayuda, sino también que confías en que puedo obrar por ti y que efectivamente lo haré. Yo premio las oraciones llenas de fe, porque ponen de manifiesto que dejas tu curación en Mis manos y que crees que en efecto obraré un milagro por ti.
¡La fe da la victoria!
¡La fe te garantiza la victoria! La fe en Mí, en Mi Palabra, en Mis promesas -a pesar de cómo te sientas, de las circunstancias, de lo que te diga tu organismo, de los obstáculos, contrariedades, desilusiones o cualquier otra cosa-, es el factor determinante.
Si te empapas de Mis promesas y te centras en el poder Mío que las respalda, te daré la fe que necesitas. Y a medida que la ejercites, notarás que vivo y actúo en ti de formas que nunca imaginaste siquiera. La fe activa instantáneamente Mi poder milagroso.
Puede parecerte muy exigente de Mi parte pedirte que manifiestes fe y estés siempre optimista aun cuando te encuentras muy mal de salud. Pero tómalo paso a paso. Puede que solo aciertes a elevar una débil alabanza, hacer una breve oración sincera o simplemente invocar Mi nombre. Pero con eso basta. Eso es llevar tu fe a la práctica y es lo que cuenta.
La fe da la victoria, pero no de una vez por todas. No cabe duda de que a futuro librarás más batallas -todos lo hacen hasta el día de su muerte-; sin embargo, no hay dificultad, obstáculo o enfermedad que la fe no pueda superar. No pierdas el sueño, entonces, cuestionando si tendrás fe para hacer frente a la próxima prueba. Limítate a abordar ésta con fe. Tómalas de una en una. La fe se impondrá en cada ocasión.

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