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viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 7 - Casos dificiles


¿Y si…?
¿Y si oras, pero no obtienes respuesta? ¿Y si te sanas momentáneamente, pero luego recaes? ¿A qué se debe? Si no te respondo tal como esperabas o en el momento que tú querías, ¿es eso una injusticia o un error Mío? No. Todo lo que Yo hago es con amor. Yo no me equivoco. ¿Significa entonces que tú has fallado, que me has desagradado o que te falta fe? No necesariamente.
Hay ciertas condiciones que debes cumplir si quieres contar con que Yo te cure. Orar es indudablemente una de ellas. Pero eso no quiere decir que con rezar una sola vez baste. Es posible que tengas que persistir en oración, y no cesar de confiar y esperar. Por diversos motivos hay oraciones que me toma más tiempo responder; algunas nunca llegaré a responderlas como tú me pides. Al confiarme el desenlace en vez de insistir en que te sane como a ti te gustaría, al encomendarme tu vida sin reservas, demuestras tener gran fe.
Ten la certeza de que si no te curo es por una razón. Deja, pues, tu vida en Mis fuertes y tiernas manos. Así tendrás la seguridad de que todo lo que pase es porque Yo lo he dispuesto, pues sé que a la larga eso es lo mejor, conforme al perfecto plan que tengo trazado para ti.
No toda curación es instantánea
No solamente soy capaz de sanar, sino que puedo hacerlo instantáneamente. Si sané así a mucha gente hace dos mil años, tal como consta en los evangelios, puedo sanar a cualquiera luego de la primera oración que haga. Sin embargo, en la mayoría de los casos no lo hago. ¿Por qué? Porque tengo pensado algo mejor.
La mayoría de las personas piensan que una curación instantánea es lo mejor que se puede desear, el máximo milagro de sanación. Por ser tan espectacular, consideran que es consecuencia de una fe igualmente espectacular. La verdad es que esa apreciación está muy equivocada. Una sanación instantánea constituye una maravillosa manifestación de Mi poder, pero no es forzosamente lo mejor que hay, porque no siempre beneficia tanto a la persona como otras formas de curación, ni requiere siempre tanta fe como otras curaciones. Una curación instantánea requiere una sola manifestación de fe; en cambio, otras formas de curación exigen una fe mayor, una fe prolongada, probada hasta el límite, que no ceja aun cuando el panorama se presenta negro. Para Mí eso es mucho más espectacular.
A veces das un testimonio todavía mayor de tu fe al conservar tu confianza en Mí aun cuando no todo sale como esperabas o como hubieras deseado, pese a que oraste e hiciste todo lo que debías. Cuanto mayor sea la espera, mayor será la prueba y la fe que te hará falta para afrontarla. Eso sí, debes aferrarte a Mis promesas, luchar en oración para reponerte de la enfermedad y confiar en todo momento en que, cuando Yo lo disponga y del modo que Yo disponga, te sanaré.
El amor te aguarda
Cuando la oscuridad se hace tan densa que parece borrar Mi presencia, recuerda que Yo permanezco a tu lado. En los momentos más negros y de mayor desesperación, no me aparto de ti.
Al final de este largo y oscuro pasadizo se halla la puerta de acceso a la vida, el amor y la felicidad eternos, más maravillosos de lo que jamás hubieras podido soñar. La vida en la Tierra es apenas un pálido reflejo de la que te aguarda en el más allá; no es sino una neblina, un breve preámbulo de la realidad que pronto conocerás en Mi reino celestial.
Si bien ya falta menos para que recibas tu galardón y ya llega el momento fascinante y prodigioso en que me verás cara a cara, a veces el camino se te hace cuesta arriba. Tu mente es de este mundo y se apega a las cosas de este mundo; tu espíritu, en cambio, anhela liberarse del cascarón terrenal que lo retiene. Si supieras con qué ilusión aguardo el momento en que te estrecharé en Mis brazos, ese mismo sentimiento invadiría todo tu ser.
Pronto te despojarás de la vestidura de tu cuerpo actual. Te desprenderás de él como quien se quita un atuendo usado, y entrarás en una esfera libre de enfermedades, dolores y angustias. Estoy a la espera del momento perfecto. Hasta entonces, confía en Mí. Ten la certeza de que no permitiré que sufras ni una pizca más de lo que sé que puedes soportar y que no te probaré ni un instante más de lo que sé que puedes resistir. Vamos, toma Mi mano. Te guiaré por este oscuro túnel que conduce a la luz.
Luchar hasta el final
Si sufres un trastorno de salud grave y prolongado que amenaza con quitarte la vida, no te apresures a decir «Todo es en balde. Probablemente me moriré». No te rindas. Conserva el optimismo y confía en Mí a pesar de los pesares, así Mi voluntad sea ayudarte a superar la adversidad o llamarte al Cielo. ¡Esa es la clase de fe que más me agrada! No hay cosa que me enorgullezca más que tu resistencia a perder la fe, tu negativa a rendirte, tu empeño en «pelear la buena batallas de la fe»1, confiando en Mí y alabándome a pesar de todo. Quizá sea esa la lucha a la que te estoy convocando en este momento. Quizá quiero que seas un ejemplo de fe, confianza, valor, aguante y alegría a pesar de tenerlo todo en contra.
Debes luchar por tu curación, orar con perseverancia y no rendirte cuando las victorias no vengan por la vía fácil. Al mismo tiempo, es menester que dejes tu vida en Mis manos. Debes armarte de paciencia y persistencia para afrontar la prueba hasta el final, y no cejar en tu lucha espiritual hasta que se haya cumplido Mi propósito, haya concluido tu testimonio, o las condiciones sean propicias para que Yo te ayude a salir triunfante, como sea que eso acontezca.
En los momentos en que la situación se torne insoportable, aférrate a Mí y a Mis promesas. Échate en Mis brazos cuando no tengas fuerzas para dar un paso más. Acepta Mi consuelo cuando no lo halles en ninguna otra parte. Concédeme la oportunidad de amarte a lo largo de la noche para que puedas darle la bienvenida al amanecer con esperanza, dicha, gratitud y fe en que Yo te ayudaré a lidiar a lo largo de otra jornada.
Con tal de que persistas en la lucha saldrás triunfante, ya sea que consigas hoy una victoria total y definitiva, o que tengas que librar esta batalla hasta el día de tu muerte. El apóstol Pablo no dijo al fin de sus días: «He ganado toda batalla. He derrotado a todo enemigo», sino que dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe»2. Si tú puedes afirmar lo mismo cuando llegues al Cielo, me oirás decirte: «Bien, buen siervo y fiel. ¡Entra en el gozo de tu Señor!»3 Esas palabras deberían ser acicate suficiente para inspirarte a luchar. Así pues, pelea bien, y no desistas hasta que termine la batalla, sea cual sea el combate al que te llame, breve o largo, temporal o terminal.
Si considero oportuno librarte mañana, alábame por eso. Si considero preferible pedirte que mañana vuelvas a librar esta batalla, alábame igualmente. Si resuelvo que debes pelear esta batalla hasta el final de tu vida, dame las gracias de todos modos y empéñate en luchar. La prueba de tu fe tiene gran valor para Mí. Tal vez te consideres muy débil espiritualmente, mas lo que Yo veo en ti es lo contrario, ¡y me encanta!
1. 1 Timoteo 6:12
2. 2 Timoteo 4:7
3. Mateo 25:21

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