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viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 8 - El lado bueno


Un collar de perlas
¿Por qué dice Mi Palabra que muchas son las aflicciones o las desgracias del justo?1 ¿No tendría mucho más sentido que Yo premiara a la gente de bien con buena salud en lugar de dejar que se enferme? Es que Yo veo las cosas desde otra óptica. Tú piensas más en el presente y equiparas las dificultades con castigos. Yo, en cambio, tengo la mirada puesta en los beneficios a largo plazo.
Piensa en una perla y entenderás lo que quiero decir. La perla no aparece de un momento a otro en la ostra. Es el resultado de un proceso doloroso. Todo comienza cuando un granito de arena u otro elemento irritante se introduce en el cuerpo del molusco, y éste reacciona al estorbo cubriendo la partícula extraña con nácar, la misma sustancia que forra las paredes interiores de la concha. Esta reacción hace que el intruso aumente de tamaño y se torne aún más molesto, por lo que la ostra repite el proceso una y otra vez hasta que con el tiempo se forma una perla. Así, de lo que no era más que un fastidioso granito de arena, nace un objeto de valor.
Las enfermedades activan un proceso en el que se forman las mejores virtudes: paciencia, compasión, humildad, dulzura, bondad, empatía y tantas otras. Si dejas que Yo cumpla Mi designio, cada dolencia produce una perla de hermoso lustre. Al cabo de toda una vida puedes llegar a tener un montón. Yo entonces las ensarto para hacer un collar, que te entrego en premio por todo lo que has aguantado. Lúcelo con orgullo.
1. Salmo 34:19
Acércate
Quiero valerme de esta enfermedad para estrechar tu relación conmigo. Simplemente descansa en Mis brazos y cobra aliento leyendo Mi Palabra. Quiero que vivamos momento muy dulces, en que acudas a Mí como busca un niño la ayuda de su padre. Quiero que te empapes de Mi amor, que me dejes consolarte y atenderte hasta que te repongas del todo.
Una afección puede ser una prenda de Mi amor por ti, para llevarte al punto en que no puedas hacer otra cosa que recostarte en Mis brazos, inmóvil, incapaz de hablar o de orar siquiera. En esas circunstancias no tienes más remedio que relajarte mientras Yo te conforto y te tranquilizo. Aunque cuesta entender la lógica detrás del dolor y las molestias, me sirvo de todo ello para acercarte a Mí más que nunca, y así poder musitarte palabras de amor y revelarte secretos. Quiero que se establezca una comunicación muy fluida entre los dos, que perviva mucho después que te recuperes de esta enfermedad. Quiero infundirte el deseo de conocerme mejor y el afán de escuchar Mi voz más claramente.
Ven a Mí, pues. Te sostendré, te reconfortaré y te hablaré al alma. Ven y descansa un rato conmigo. Así podré darte la gracia, las fuerzas y la sanación que necesitas.
En tu debilidad está Mi fortaleza
Me apena verte sufrir, y lloro cuando tú lloras. No obstante, cuando estás débil, Yo permanezco fuerte.
Quiero rejuvenecerte, transmitirte Mi energía, Mi poder, Mi curación. Quiero que sepas que Mi gracia y Mi fortaleza siempre te bastarán. Mis brazos siempre estarán prestos a sostenerte cuando te canses y a levantarte cuando te caigas. Mi desvelo y protección te rodearán. Nunca permitiré que el dolor rebase los límites de lo que tú y Yo podemos sobrellevar juntos.
Tu impotencia es la oportunidad ideal para que Yo actúe. Sin embargo, Mi fortaleza no se puede perfeccionar en tu debilidad si te regodeas en tu decaimiento y te dejas vencer por el desánimo. No podré hacerme fuerte en tu debilidad a menos que aceptes lo que estoy haciendo y digas: «Sí, Jesús. Tú ganas. Yo soy débil. Sin ti no puedo hacerlo. Socórreme».
Clama a Mí, y te responderé. Satisfaré tu necesidad con Mi abundante provisión de fuerzas y buena salud. Con tal de que invoques Mi poder y me dejes luchar por ti, tendrás las fuerzas que te hagan falta. Siempre que me pidas auxilio contarás con Mi ayuda. ¡Agradéceme tus trastornos y malestares, alábame por ellos! Gloríate en ellos, para que Mi poder repose sobre ti, y en tu debilidad Mis fuerzas se conviertan en las tuyas.

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