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viernes, 10 de diciembre de 2010

El remedio para el estrés


La tensión proviene de Satanás. Es él quien procura afligir tu espíritu y desanimarte. El Diablo quiere que te preocupes y que fijes la vista en la carga y en el trabajo. Aunque la carga es grande y hay plazos que cumplir y mucho que hacer, debes resistir al Diablo cuando trate de someterte a demasiada presión.
Resiste ese espíritu de presión echando continuamente tus preocupaciones sobre Mí. Alivia el estrés poniendo los ojos en Mí. Cuanto mayor es la carga, mayor es la gracia que te doy para llevarla. Cuando los plazos están a punto de expirar, Yo te brindo mayor ayuda. Te daré esto y mucho más en tanto que continúes poniendo los ojos en Mí y echando sobre Mí tu carga. Echa sobre Mí toda inquietud, toda preocupación, toda duda, todo pensamiento, todo interés y toda carga.

Pasa tiempo conmigo, aunque no sean más que unos minutos, a fin de aliviar la tensión. Tómate unos cuantos minutos por aquí y por allá. Relájate cantando una canción, leyendo un versículo, alabándome, dirigiéndome unas palabras en oración. Esos breves momentos en los que te comunicas conmigo y entras en el templo de Mi Espíritu aliviarán la presión y levantarán el peso de tus hombros. Así esas cargas reposarán otra vez sobre Mis hombros, que es donde deben estar.
Por mucho trabajo que tengas o muy numerosas que sean tus obligaciones, Yo velo por ti y no te defraudaré. Te prometo que conforme me busques para solicitarme la ayuda que te hace falta, eliminaré la tensión que te afecta. Así te podrás relajar en Mi Espíritu.
Conforme me busques y te apoyes en Mí, te imbuiré la fortaleza que brinda Mi Espíritu. Sentirás que Mi brazo te ayuda y te sostiene. Así pues, descansa, apóyate en Mí y deja que te sustente. Las cargas nunca son demasiado pesadas cuando provienen de Mí. La lista de cosas pendientes nunca se hará demasiado larga. La presión no te abrumará, en tanto que la resistas y me pidas ayuda.

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del Cielo tiene su hora. Hay tiempo de trabajar y tiempo de descansar. Si descansas tanto física como espiritualmente, te daré el renovado vigor que necesitas para realizar lo que tienes que hacer. No es posible trabajar y trabajar sin parar nunca. Es vital hacer un alto para descansar.
Cuando te tomas un tiempo para apartarte de tu trabajo y descansas en el plano físico y en el espiritual, se te aclaran las ideas, así como el corazón y el espíritu. Se te aclararán los pensamientos, se renovará tu espíritu, se refrescará tu cuerpo y verás las cosas desde otra perspectiva. Verás tu trabajo con otros ojos y te darás cuenta de que lo que considerabas una carga pesada ya no te pesa tanto, porque habrás renovado tus fuerzas.
No basta con descansar sólo en espíritu; también debes dar reposo a tu cuerpo. Tu cuerpo es la morada de tu espíritu, y cuando estás físicamente agotado, débil, y llevas una vida tensa y estresante, tu espíritu queda también hasta cierto punto incapacitado. El uno y el otro forman una unidad indivisible, y ambos precisan descanso. El cuerpo tiene necesidad de reposo en forma de sueño y de esparcimiento. El espíritu tiene necesidad de reposo por medio de la oración y del sustento de Mi Palabra. Si atiendes a las necesidades de ambos, encontrarás todo el descanso que te hace falta para fortalecerte y renovarte en Mí.

Veo cada una de tus lágrimas. Oigo el menor de tus clamores. Siento cada una de tus decepciones, cada preocupación, cada inquietud, cada deseo. Te conozco íntegramente: estoy al tanto de cada una de tus aspiraciones y necesidades. Veo tu corazón y cuanto en él albergas, y siento un amor profundo por ti.
Anhelo estrecharte en Mis brazos y bo­rrar a besos tus heridas y pesares. Permitírmelo nada más. Aspiro a consolarte, a aliviarte, a verter el suave bálsamo de Mi amor sobre cada uno de tus sinsabores, quebrantos, preocupaciones, temores, lágrimas y contrariedades. Anhelo ahuyentar toda nube de confusión y aplacar tus desasosegados nervios. Deseo en el alma disolver tus amarguras y que cada uno de tus hondos anhelos se realice espléndidamente y te proporcione verdadera satisfacción.
Quiero brindarte el sol, la luna y las estre­llas, los éxtasis del Cielo y un amor que nunca morirá. Quiero ayudarte a superar toda experiencia lóbrega y sombría, a salir de toda niebla densa que te envuelva. Por grande que sea la confusión o el desespero acumulado en tu interior, aspiro a disolverlo, porque te amo.

Tus fuerzas no provienen de tu propio espíritu. No provienen de vivir con una mentalidad terrenal ni de apoyarte en tus propios razonamientos. La fuerza auténtica no procede sino de Mí. Sólo viene como consecuencia de reposar en Mis brazos, pues Yo soy fuerza.
Sólo puedo vivir en ti si me lo permites, si reposas en Mí, si sacas fuerzas de Mí, te relajas, te renuevas cada mañana y me preguntas qué quiero hacer, qué tengo planeado para ese día y cuál es Mi voluntad. Sólo puedo vivir en ti si me lo permites.
Para ello, debes pasar cada mañana un rato conmigo, diciéndome: «Este día es Tuyo, Señor. Haz con él lo que quieras.» Así obtendrás fuerzas.

El secreto de la vitalidad, de la chispa, de ese resplandor de tu rostro, del destello que hay en tus ojos, del amor, la compasión y la ternura que otros tanto necesitan, consiste en reabastecerte y renovarte conmigo. Sólo así tendrás algo que comunicar a los demás. Esa es la clave. Esa íntima comunión te capacitará para dar, para emplearte en servicio a los demás y atender a sus necesidades.
El secreto consiste en pasar un rato conmigo cada mañana y cada noche. Si te reabasteces y vuelves a llenar tu copa, rebosarás sobre los demás. En eso radica el secreto, y tal es la promesa que te hago. Cumpliré lo que prometo.
Ven, pues, y hallarás descanso y renovación cada mañana y cada noche en nuestro rincón secreto. He ahí la clave.

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