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lunes, 13 de diciembre de 2010

Escuchar la voz de Dios


Cuando te apartes de los demás y en la quietud de tus aposentos pases un rato conmigo, te hablaré en susurros. Al comienzo lo que te diga no será audible siquiera. Simplemente te daré la paz que te hace falta. Te susurraré al oído Palabras de amor que consolarán tu alma.
Sin embargo, a medida que seas más constante en tomar ese tiempo conmigo, siempre acudiendo a Mí con fe, creyendo que Yo estoy allí esperándote, que entro contigo en los aposentos silenciosos de tu corazón, en tanto que lo hagas con más y más asiduidad, comenzarás a oírme con mayor claridad. Escuchar Mi voz espiritualmente es un hábito que hay que cultivar. Exige práctica. Al principio requiere gran concentración y esfuerzo, pero poco a poco vas aprendiendo y empiezas a oír o a ver lo que te comunico.
Es comparable a un guitarrista que aprende a afinar su instrumento. Al principio le resulta muy difícil. Tiene que concentrarse y prestar atención para distinguir qué cuerdas están desafinadas, qué clavijas deben ajustarse y cuáles deben aflojarse. Sin embargo, al cabo de un tiempo lo hace con total naturalidad y casi sin pensarlo.
Lo mismo ocurrirá cuando aprendas a escucharme. Ven con regularidad, entra en los aposentos tranquilos de tu corazón y sintoniza con Mi voz. Susúrrame palabras de amor y espera que Yo haga lo propio. Paulatinamente llegarás a escucharme con más claridad. En poco tiempo ya no te llevará ningún esfuerzo. Podrás entrar silenciosamente en el aposento y escucharme con total nitidez. Ni siquiera dudarás de si se trata de Mí. Ya no tendrás que agudizar el oído, sino que Mi silbo apacible se hará oír en tu corazón para instruirte.

Yo emito a toda hora. Simplemente tienes que aprender a sintonizar y recibir la señal. Otorgo el don de escucharme a cualquiera que lo desee. Es gratuito. Semejante a una emisora radial que transmite a toda hora. Cualquiera que tenga un receptor puede sintonizar y captar los sonidos, la música, la programación. He puesto un receptor en cada persona. Lo único que hay que hacer es aprender a emplearlo. Ello requiere cierto esfuerzo. No te desanimes si al comienzo la señal no es muy clara. Sigue practicando, no dejes de acudir a Mí. Sigue aguardando con paciencia, y poco a poco llegarás a escuchar con mayor claridad.
A medida que el mundo se torna más complicado tendrás más necesidad de Mí para que te ayude a atravesar ese laberinto de complejidades. Deberás invocar Mi guía y Mi ayuda. Soy capaz de revelarte cosas que no puedes ver con los ojos. Puedo enseñarte muchos asuntos que no conoces. Así, el mundo se asombrará de la sabiduría que posees, de tu conocimiento, de tu comprensión de los sucesos. Todo ello te prometo si tan sólo me buscas y me escuchas.
Por tanto, no temas, no tengas miedo de preguntar. ¿Te daba miedo hacerle preguntas a tu padre o a tu madre cuando eras joven y no conocías las respuestas, pero las deseabas vivamente? No. No temías; simplemente preguntabas, y ellos te respondían. De igual manera sucede conmigo.
Adquiere una mayor sensibilidad a Mí y a Mi Espíritu. Apunta tu antena espiritual hacia arriba. Permanece bien atento, pues es mucho lo que te quiero decir.

Te enseñaré a escuchar Mi voz. El día se acerca en que será importantísimo que lo hagas, en que te verás obligado a hacer uso de Mi poder, de Mis recursos. Ahora bien, esos recursos ya están a tu disposición, para lo que se te antoje. Pide, busca, ten fe.
Cuando tienes la cabeza llena de tus propias ideas y planes, cuando tienes una idea fija y no quieres detenerte a mirar, a escuchar, cuando no quieres ir más despacio, orando continuamente, luego resulta que no te encuentras en el momento oportuno en el lugar que Yo he dispuesto, o que no le dices o haces a cierta persona algo que hacía falta. Entonces Mi plan se frustra, y eso es causa de desilusión. En cambio, ¡qué gran alegría y regocijo se produce cuando participas en el plan de Dios y todo va sobre ruedas! Hay gran alegría y felicidad tanto en el mundo espiritual como en tu corazón cuando ves la respuesta a tus oraciones y palpas el poder de Dios.

Me agrada oírte clamar a Mí. Me agrada oírte cuando me buscas. Me agrada que dediques a escucharme un tiempo que te parece valiosísimo. Si dedicas tiempo a escucharme, me tomaré tiempo para responder, ofrecer soluciones a tus problemas, proveer para tus necesidades y darte mucho más abundantemente de lo que podrías pedir o hasta pensar. No he dejado de hacerlo ni una sola vez. Desde el principio de los tiempos hasta este día jamás he dejado de escuchar y responder las peticiones que brotan de labios de Mis hijos.
¡Buenos días! ¡Amanece un nuevo día! Una oportunidad de empezar de nuevo. Todo es límpido. Todo es nuevo, salvo el amor que siento por ti, el cual ha sido desde el principio. Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana.
Heme aquí junto a tu lecho, en el momento en que despiertas. Estoy listo y a la espera de amarte y escucharte. ¿Qué deseas que haga por ti hoy? Estoy contigo, presto a ayudarte. ¿Qué preguntas tienes que quieres que te conteste? Me agrada ayudarte y responder a tus interrogantes. ¿Qué problemas quieres que resuelva hoy? ¿Quieres que vaya a algún sitio? ¿Hay algún encargo o diligencia que quieras encomendarme? ¿Quieres que obre en el corazón de alguien? Heme aquí, presto a ayudarte.
Cuando estuve en la Tierra fui tu siervo, y todavía lo soy. Cuando necesites que haga algo, no tienes más que pedírmelo: en todo momento estoy deseoso de ayudarte. No he dejado de dar respuestas y soluciones, de resolver situaciones, de obrar milagros. ¿Te encuentras en una situación complicada? Para Mí no hay nada difícil. Antes que me cuentes tus preocupaciones, estoy pronto a remediarlas. Desde mucho antes que despiertes, aguardo junto a tu cama con las soluciones ya preparadas. No tienes más que venir a hablar un rato conmigo y permitirme que te las comunique. Te amo.
Quisiera que todos Mis hijos fueran tan insaciables que desearan escuchar Mi voz y comer de Mi mano, que me pidieran las instrucciones que necesitan, la orientación que buscan; que en vez de trastabillar en las tinieblas me pidieran luz para alumbrar su camino. Soy una gran luz, mas sólo puedo iluminar a quienes busquen y me lo pidan.
¡Cuánto mejor es hallar el camino en la luz que en la oscuridad! ¡Cuánto mejor es que pongas tu mano en la Mía y permitas que te conduzca hacia donde debes dirigirte que buscar el camino por tus propios medios e ir a los tumbos por senderos y callejuelas equivocados, y tener que retroceder, o perderte entre las zarzas y matorrales! ¡Cuánto mejor es preguntar al Guía!
¿Por qué no me preguntas? ¿Acaso te da vergüenza? ¿Te asusta? No tengas miedo. ¿No he dicho acaso: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»? Esas son Mis Palabras. ¿No he dicho: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que no conoces»? Esas son Mis promesas. ¿No he dicho que quienes más me aman, más de cerca me siguen? Si me amas, pasarás tiempo conmigo. Y si me dedicas tiempo, me hablarás. Si me hablas, también escucharás. Yo entonces te hablaré y te indicaré el camino. Así podrás seguirme de cerca.

Permanece en Mí y Yo en ti; como el sarmiento no puede llevar fruto por sí mismo, tampoco tú puedes. Cuanto más clames a Mí y más pongas los ojos en Mí, cuanto más te apoyes en Mí, más fruto podrás dar para Mi Reino.
Si vas conmigo al huerto de la oración, te hablaré y te revelaré cosas que te llevarán a dar más fruto y a un mayor conocimiento de la verdad. Pero tienes que hacer el esfuerzo de sentarte a Mis pies y tener paciencia para escuchar y oír las Palabras de verdad, las Palabras de vida, que aún tengo que darte, a fin de que seas más fructífero, de que pongas los ojos más en Mí en los días venideros.

Intimas son las Palabras que te susurro al oído. Así como di un soplo sobre Mis apóstoles y discípulos de antaño, diciendo: «Recibid el Espíritu Santo», soplaré en tu oído Mi Espíritu, Mis Palabras, Mis instrucciones, a fin de que puedas cumplir lo que he ordenado. Las Palabras que te hablo son espíritu y son vida. Escucharlas te infundirá fe: fe para escalar montañas, fe para superar obstáculos. Tendrás una fe que nadie más te puede transmitir.
Mis Palabras son vida y espíritu para ti. Presta oído, pues, a Mis instrucciones, así como una persona enamorada escucha lo que le dice su amor al oído. Yo te susurraré al oído Mis Palabras de consuelo, de amor y de instrucción, dirigidas a ti particularmente.

Ora y pídeme que te infunda verdaderos deseos de escuchar Mi voz. Deja que Mi voz te guíe, te sustente y te mantenga cerca de Mí.
Mis Palabras son vigorosas. Son vida, verdad, energía. Te darán fortaleza y gracia para seguir adelante. Te ofrecerán respuestas y soluciones en cada situación. Satisfarán cada una de tus necesidades. Te proporcionarán orientación y consejo. Te sustentarán cuando estés agotado o débil, cuando te sientas desfa­­­llecer. Te infundirán paz cuando estés confundido y cansado. Te darán energía y gracia cuando te parezca que no puedes más.
Recu­­­rre a Mis Palabras. Ora con toda el alma, y vendré a ti. Atenderé a tu llamado. Vendré pronto a ti y llenaré tu necesidad.

Vierto muchos arroyos de Mi Palabra, con abundante y generoso caudal. Te he dado libre acceso a las bóvedas de los Cielos donde se guardan Mis tesoros. Están todas a tu disposición. Basta que me lo pidas. Te abro los depósitos del Cielo. Te doy libre acceso a Mi Palabra viviente, pues tienes necesidad de ella. Ten presente que la batalla espiritual se libra en la Tierra. Ahí es donde tienes necesidad de que Yo mismo te conduzca comunicándome directamente contigo, que te dé Mis órdenes explícitas, Mi caudal de sabiduría, y te enseñe Mi estrategia para ganar la guerra espiritual.
A ti, amado Mío, te concedo acceso a los almacenes del Cielo -siempre y cuando los abras con la mano de la fe-, a fin de que halles auxilio y fortaleza, instrucción y orientación en tu hora de necesidad.

No te desanimes si tus primeros intentos resultan difíciles, si te da la impresión de que no me oyes. Simplemente retírate a los aposentos de tu corazón, a Mi sitio preferido, en lo recóndito de tu alma, ese rincón hecho para Mí. Entra silenciosamente y aguarda hasta que Mi paz te embargue. Espera hasta que Mi perfecta paz y Mi consuelo hayan satisfecho tu ansia. Luego regresa con más frecuencia a escuchar Mis susurros. Así, poco a poco irás recibiendo más de Mí.

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