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lunes, 13 de diciembre de 2010

Hablar con Dios


Piensa en esto: ¿Cómo te sentirías si nunca recibieras una comunicación de la persona que amas? Probablemente te lo tomarías como un desaire. ¿Cómo te sentirías si nunca recibieras una carta de amor de la persona que más quieres, ni siquiera una breve nota? ¿O si transcurriera todo un día en que tu cónyuge no te dirigiera la palabra?
Cuando no recibo una sola palabra de ti se me desgarra el corazón. Me lleva a preguntarme si de veras me quieres y me necesitas. Comunícate. No te olvides de Mí, porque de tales sacrificios me agrado. La oración es comunicación.

Orar no es lo mínimo que puedes hacer, sino lo máximo. Piénsalo por un momento: si es lo máximo que puedes hacer, ¿por qué no oras más?
La oración es un medio muy poderoso. Si quieres Mi poder es necesario que ores. ¿Qué es la oración? Es el vínculo que te une a Dios. Es comunicación. Es explotar la mayor fuente de energía. Es ser fiel al deber más importante del hombre. Orar es sinónimo de reposo, fe y confianza absoluta.
La oración hace descender Mi paz sobre ti. La oración es dinámica. Te levanta el ánimo. Altera el curso de los acontecimientos. La oración sana, reaviva, regenera, edifica. La oración es humildad, es Mi amor. La oración mueve Mi mano y me impulsa a actuar. La oración logra resultados. Es la gracia salvadora para la humanidad.
Lo más importante es que la oración nos une a los dos. Nos funde para que tú también puedas valerte de Mi poder.

Hay un sinfín de formas de orar. Hay momentos para desahogarme el corazón en clamor vehemente y ruegos fervorosos. Pero hay también momentos en que debes guardar silencio con serenidad, en humilde búsqueda de Mí, susurrándome suavemente tus peticiones y comunicándome lo que necesitas.
Hay momentos en que debes orar sobre la marcha, presentándome en silencio las peticiones de tu corazón; y hay otros en que es preciso que hagas una pausa y lo dejes todo de lado para buscar Mi rostro. Todos estos medios de acudir a Mí son importantes y todos tienen su momento y su razón de ser.
Poco importa la postura del cuerpo; lo importante es la actitud del corazón. Haz largas plegarias cuando sea necesario; pronuncia una breve oración cuando tengas prisa. Hay tiempo de orar brevemente y tiempo de rezar largo y tendido. Debes aprender a hacer ambas cosas. Ruega por breve o por largo tiempo según la necesidad. En todo caso, ¡ora! Es importante que te bases en la oración. Vive conforme a tus oraciones. No desfallezcas en la oración.

Nada me es oculto. Conozco todos los pensamientos y deseos, y hasta la más íntima de las oraciones. Cada vez que alzas los ojos a Mí, que clamas a Mí, estoy a tu lado, oigo tus súplicas y Mi corazón se mueve a compasión. Jamás se me endurece. Jamás me canso de escucharte. Jamás te rechazo. Nunca me duermo. Nunca coloco en Mi puerta un cartel rogando que nadie me moleste. Jamás estoy pensando en otra cosa. Nunca estoy demasiado cansado u ocupado para atenderte. Siempre oigo y respondo tus ruegos: unas veces de la forma en que deseas y otras de maneras que ignoras, o que aún no puedes ver. En todo caso, siempre oigo y respondo.

Ven. Sube a las montañas donde los arroyos son puros y cristalinos. Escala hasta donde el aire no está contaminado. Trepa cada vez más alto, dejando atrás las cosas de este mundo, y hallaras pureza de espíritu, pureza de corazón.
Ven a Mí con la copa en la mano, y ve si no te serviré del agua fresca de Mi Espíritu. Si acudes a Mí en oración, me buscas y me pides que derrame sobre ti Mi Espíritu, lo derramaré.
¿Seguirás trepando? ¿Echarás de ti las cosas del mundo que te sobrecargan? ¿Pondrás la mira en las cosas de arriba? ¿Pondrás los ojos en Mi rostro, únicamente en Mi rostro? ¿Beberás de Mi pozo, únicamente de Mi pozo? ¿Vendrás a Mí para que vierta sobre ti las bellezas de Mi Espíritu?

Ora y ora, una y otra vez. Me fascina. Lo deseo. Lo necesito. Me deleito en ello. Me agrada mantener una estrecha comunicación contigo para que seamos uno. Todas tus oraciones son importantes. Algunas tienen distintas finalidades, pero todas son importantes. No dejes, pues, de orar.
Deseo estar en constante comunicación contigo, mantener un vínculo continuo contigo. Recurre a todos los medios posibles y deja que Yo haga llover Mis riquezas espirituales. Todo lo Mío es tuyo. Te lo ofrezco gratuitamente de un pozo que nunca se seca. ¿Para qué conformarte con lo humano pudiendo tener lo divino? ¡Recibe Mi poder! Está a tu alcance, a tu entera disposición.

Oraciones breves, oraciones largas, en grupo o en privado, fervientes o rápidas; oraciones en silencio, mientras caminas o cuando yaces en la cama; oraciones matinales, vespertinas o nocturnas; oraciones entre una actividad y otra; oraciones por tus necesidades o por tus deseos; oraciones pidiendo protección, pidiendo curación, por tu trabajo, por tus viajes; oraciones para obtener victorias; oraciones de liberación o pidiendo consuelo, guía o sabiduría; oraciones por más amor, por milagros, por situaciones difíciles, por los demás, por ti mismo; oraciones para cambiar la historia o para transformar corazones: dirígemelas todas a Mí.

Extiende la mano hacia Mí en la mañana, extiéndela en la tarde y en distintos momentos del día. Háblame a lo largo de la jornada. Ámame y alábame. No te alejes mucho. No permitas que los intervalos entre los momentos que pasas conmigo se prolonguen cada vez más. No pierdas contacto por un instante. Basta con una palabra, una mirada.
Reserva cada día un momento exclusivamente para nosotros. Un momento que puedas esperar con ilusión. Un momento en que puedas dar descanso a tu cuerpo y recostarte en Mis brazos. Un momento en que podamos hablar, en que podamos reír, en que podamos llorar. Lo que desees hacer o lo que desees decirme, dímelo. Estaré pendiente de ti. Te espero.

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