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lunes, 13 de diciembre de 2010

Leer la Palabra de Dios


Independientemente de la magnitud del mal, la solución radica en dejar que penetre Mi luz. El secreto de la victoria está en la Palabra. Cualquiera que sea la debilidad -excesos, impaciencia, pereza, desidia, descuido, mundanería, orgullo, celos, complejo de inferioridad, dudas-, sea cual sea la falta, la flaqueza, el error, en Mi Palabra yace el secreto de la superación. En Mi Palabra está la clave para lograr una victoria duradera. Cuando Mi Palabra toca vivamente un corazón, lo imbuye de poder y fortaleza duraderos.
Sé bueno contigo mismo: apaciéntate de Mi Palabra. Luego propágala entre quienes necesiten ayuda. Transmítela, comunícala, obra conforme a ella, habla de ella. Ponla por obra y embébete de ella hasta que te salga por los poros. Si tu hermano o tu hermana caen, levántalos con Mi Palabra.

Pocos son los que dedican tiempo a descansar en Mis brazos y extraer fuerzas de Mi Espíritu y de Mi Palabra. Quiero que hagas esto por Mí: que dediques tiempo a Mi Palabra. Al absorberla encontrarás fe, paz y reposo. El recién nacido no puede crecer ni alimentarse si no pasa tiempo descansando en los brazos de su madre, mamando la leche nutritiva de sus pechos. Asimismo tú debes reposar en Mis brazos y oír Mis Palabras para que al asimilarlas crezcas en la fe.
Esta es una parte muy necesaria de tu crecimiento en Mi Espíritu. Consiste en andar conmigo, conversar conmigo, escucharme, arraigarte y cimentarte en Mí, en Mi Palabra y en la fe. Ten mucho cuidado para que los afanes y las cargas de esta vida terrena, de este mundo, no te absorban tanto que no te dejen tiempo para esos ratos a solas conmigo.

Llena tu corazón, tu alma y tu mente de todo lo bueno -la instrucción, el consejo, la inspiración y las soluciones que te proporciona Mi Palabra-; así morirán todas las malévolas semillas de desánimo, temor y abatimiento. Se esfumarán, desaparecerán.
Fija la vista en Mí. Abre las ventanas de tu alma y corazón. Deja que Mi luz, Mi amor y Mi energía te colmen y te renueven una vez más. Acepta Mi Palabra con corazón creyente y una mente dispuesta. Recíbela.
Aférrate a Mis Palabras. Serán como un pilar macizo al que te podrás asir cuando las aguas y los torrentes te azoten con furia, te salpiquen y se agiten a tu alrededor. Mi Palabra es como una roca alta sobre la cual puedes afirmarte sin temor a caer, sobre la que puedes apoyarte sabiendo que es una base sólida.

El regalo que te he hecho es la llave maestra, la llave que abre paso a los tesoros que desde hace mucho deseo facilitarte. Ha llegado el momento. La llave es la fe; el tesoro, Mi Palabra.
No quiero que esas riquezas sean sólo para ti. Mi deseo es que todos Mis hijos participen de Mis tesoros. Mas para poder compartirlos con otros es necesario que primero los obtengas tú, los aceptes y los creas. Asimílalos y deja que lleguen a formar parte integral de tu ser. Deja que te llenen de modo que reboses sobre los demás, que te broten por los ojos, por los oídos y por la boca y se viertan sobre cuantos pasen a tu lado.

Debes empaparte de Mi Palabra para que se lleve las semillas de duda sembradas por Satanás. Es preciso que embebas Mi Palabra, la asimiles y hagas de ella el eje central de tu vida. En gran medida te has visto expuesto a la contaminación del Diablo, que pretende oprimirte. No obstante, puedes librarte de toda la confusión, las tinieblas y las dudas. He aquí que, tal como he prometido, la exposición de Mis palabras alumbra; da entendimiento.
Pruébame ahora en esto. Toma Mi Palabra en tu regazo. Embébela. Absórbela. Vive de ella. Deja que te limpie, te lave y te libre del dolor ocasionado por el Enemigo. No te entregues a él ni sigas su camino. Jamás apartes la vista de Mi rostro.
Que Mis Palabras estén delante de ti. Colócalas en tus muros. Ponlas junto a tu cama, llévalas en el bolsillo. Mis Palabras son vida y son verdad. Absórbelas, escúchalas, habla de ellas y piensa en ellas.

No puedes cerrar los ojos, taparte los oídos y dejar de percibir todo lo que hay en el mundo, ya que el mundo te rodea y estás en él. Pero si no quieres ser de este mundo, debes depurarte con el antídoto de Mi Palabra. Así serás puro con la Palabra que te he hablado.
Oye Mis Palabras, escúchalas y créelas, pues Satanás ha pedido permiso para derrotarte. No mediante un gran diluvio, sino debilitándote un poco por aquí y otro poco por allá; minando los cimientos por aquí y por allá; sembrando una incredulidad por acá, una duda más allá, y por medio de algunas de tus propias conclusiones erróneas.
Mis Palabras son aguas que dan vida. Purifican tu espíritu. Nutren tu alma. Fortalecen tu pensamiento y tu corazón, y te acercan a Mí.
Lleva Mi Palabra en tu corazón, en tus pensamientos y en tus labios. Que Mis Palabras te llenen hasta rebosar, de tal modo que irradies su calor, su alegría, su amor y su optimismo. Vive según Mi Palabra y según el amor que entrañan sus páginas. He aquí que Mi amor es sinónimo de Mi Palabra. Una vez que ese amor llene tu corazón, tus pensamientos y tu espíritu, emanará de ti. Los demás lo percibirán cuando estén a tu lado. Te envolverá en un aura de amor que otros querrán también poseer y disfrutar.

Te he dado el mensaje escrito. He llorado como llora un padre por los hijos que ha perdido. Te he implorado: «¡Cree lo que dice Mi Palabra! ¡Obedécela! ¡Confía en ella!» Si lo haces, te esperan grandes cosas: ¡maravillas, alegrías y éxtasis! Son pocos los que obedecen con toda el alma. Muchos son los que siguen con inquietud, con temor, con incertidumbre. Es cierto que obedecen, mas no lo hacen de todo corazón. Cuánto anhelo que obedezcas de buen grado. Alcanzarás entonces pleno gozo y vida.

Soy capaz de renovarte y darte paz interior. Descansa en Mi Palabra; ella te guardará. Medita en Mis Palabras; te librarán de todo temor, duda o padecimiento causado por el Diablo. Ahonda en Mi Palabra de ayer y de hoy. Yo puedo darte la paz, el consuelo y las fuerzas que necesitas, y librarte del temor, las preocupaciones y las dudas. Soy la única fuente de paz, por cuanto soy paz y soy amor.
No tienes más que acudir a Mí y reposar de lleno en Mi Espíritu y Mis Palabras. Todo lo que te pido es que vengas a Mí, que me invoques y me dejes obrar en ti. Deja que Mis Palabras actúen en tu interior y te impartan fortaleza y fe. He aquí que fuera de Mi Palabra nada puede infundirte fe; sólo ella es capaz de hacerlo. En Mi Palabra se encuentra todo. Mi Palabra es la fuente, y puede proporcionarte cuanto necesitas.

¿Crees, y a consecuencia de e­­­llo recibes? ¿O esperas a recibir para creer? Es tu fe lo que me agrada. Tu fe, el hecho de que crees, de que te apoyas en Mi Palabra, es lo que atrae hacia ti las bendiciones que te tengo reservadas. No hay otra manera de obtenerlas. Para recibirlas es imprescindible que creas.
Te pido que te afirmes sobre Mi Palabra, creyendo en lo invisible. Así recibirás riquezas del Cielo y aumentará tu fe. Descubrirás que quien se afirma en Mis Palabras y en todo lo que he hablado, es quien recibe Mi bendición, el que presencia milagros, el que percibe a Mi Espíritu actuar y se regocija al ver obrar Mi mano en su vida.
Así pues, si deseas obtener lo que pides, cree y da por concedida la respuesta. Lee Mi Palabra, créela, afírmate en e­­­lla, y recibirás Mi bendición. Sabrás que Mi Palabra es veraz. Sólo hay una forma de descubrirlo: poniéndola a prueba. Afírmate sobre ella, confía en e­­­lla y verás cómo actúo, cómo obro, cómo de­­­rramo bendiciones sobre ti y sobre tus seres queridos.

Echa toda tu ansiedad sobre Mí, que Yo cuido de ti. Te hice esa promesa en Mi Palabra; pero también es cierto lo contrario. Si no tienes fe y confianza para encomendármelo todo y depositar toda tu ansiedad en Mis amorosas manos, no puedo cuidarte cabalmente y encargarme de todo, tal como me gustaría.
Cuando los que están fuertes en la Palabra y son ricos en fe se lanzan apoyados en Mis promesas, con la plena confianza de que supliré todo lo que les falte, Yo puedo cumplir Mi Palabra y premiarlos obrando prodigios y maravi­­­llas. En cambio, los que no han ingerido suficiente Palabra están debilitados. Carecen de fe y confianza. No son capaces de aventurarse con plena fe. No tienen la fe necesaria para creer que Yo cumpliré con la parte que me toca. Esa falta de fe me impide satisfacer sus necesidades.
¡Cuánto anhelo que Mis hijos se fortalezcan en la fe dándose un festín con Mi Palabra! Es una solución tan senci­­­lla, para algunos casi demasiado. Sin embargo, esa pequeña llave es capaz de abrir una puerta descomunal. Es el corredor que conduce al mundo de Mis bendiciones y de Mis respuestas a las oraciones.

A vosotros, hijos Míos, os concedo un poquito de Cielo, para que viva en vuestros corazones. Día tras día os doy una pizca de Cielo. Lo hago de muchas formas. Con pequeñas muestras de amor en un mundo frío, muestras de abastecimiento en un mundo que sufre escasez, pequeñas manifestaciones de comprensión, compasión y misericordia en un mundo indiferente.
Os doy muchas muestras de amor, que cobran diversas formas y se plasman de distintas maneras. Sin embargo, la más sublime que os prodigo es la de Mis Palabras vivificadoras. Tened en cuenta que estas Palabras son espíritu y son vida; encarnan el amor y me encarnan a Mí.

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