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viernes, 17 de diciembre de 2010

Receta para curarse y obtener milagros


1. Empieza con un corazón limpio. Los pecados no confesados dañan la fe.
El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia1.
Si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios2.
2. Prepárate memorizando promesas. Descubre la autoridad que tiene la Palabra de Dios, y la fe vendrá por sí sola.
La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios3.
No ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que el Señor vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas4.
El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán5.
3. Sé concreto.
Mandadme acerca de la obra de Mis manos6.
Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido7.
4. Cuenta con que Dios te contestará. Convéncete de que tienes derecho a invocar Sus promesas.
Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá8.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro9.
5. Acepta la voluntad de Dios. Llega un momento en que hay que dejar de orar.
El Señor dijo a Josué: «Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?»10
María dijo: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra»11.
6. Conserva la fe y la confianza, por más que la respuesta no llegue enseguida.
Dios no es hombre, para que mienta […]. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?12
Yo confío en Dios que será así como se me ha dicho13.
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa14.
Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo15.
7. Traduce tu fe en hechos.
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano. […] Entonces dijo al hombre: «Extiende tu mano». Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana16.
Había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Vino a [Jesús] y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. […] Jesús le dijo: «Ve, tu hijo vive». Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: «Tu hijo vive». Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: «Ayer a las siete le dejó la fiebre». El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive»; y creyó él con toda su casa17.
8. Da gracias a Dios por escuchar y responder tu oración.
Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a Ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Señor Dios mío, te alabaré para siempre18.
Alabad al Señor, porque Él es bueno; porque para siempre es Su misericordia. Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo19.
1. Proverbios 28:13
2. 1 Juan 3:21
3. Romanos 10:17
4. Josué 23:14
5. Mateo 24:35
6. Isaías 45:11
7. Juan 16:24
8. Marcos 11:24
9. Hebreos 4:16
10. Josué 7:10
11. Lucas 1:38
12. Números 23:19
13. Hechos 27:25
14. Hebreos 10:35,36
15. 1 Pedro 1:7
16. Marcos 3:1,5
17. Juan 4:46-53
18. Salmo 30:11,12
19. Salmo 107:1,2

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